--- meta etiquetas ALGUNAS PERSONAS SE MERECEN LO QUE LES PASA.. - LAS PROFUNDAS PESADILLAS DE JENOTZ RAILLED ----- ALGUNAS PERSONAS SE MERECEN LO QUE LES PASA.. ---shareThis reacciones para tus entradas -- adsterra

Traductor

ALGUNAS PERSONAS SE MERECEN LO QUE LES PASA..

0


Historia redactada por (JG0110) o mejor conocido como: "JenotzRailled", "HISTORIA ANÓNIMA".

No suelo hablar de esto. No porque me atormente, sino porque, hasta ahora, nadie ha preguntado lo suficiente como para que valiera la pena contarlo. No me voy a justificar, pero quiero que entiendas algo: lo que hice no fue por impulso, ni por locura. Fue justicia. Una justicia que nunca habría llegado si no tomaba el asunto en mis manos.

Era un hombre común, alguien que podrías ver cualquier día en la calle, en un café, o haciendo fila en el supermercado. Un nombre genérico, un rostro tan insípido que casi parecía diseñado para pasar desapercibido. Pero su insidia estaba bien oculta. Yo lo sabía. Sabía cosas que nadie más sabía.

Supe de él por accidente, como suelen ocurrir estas cosas. Mi sobrina, de apenas 10 años, había empezado a retraerse, a evitar el contacto, a hablar en susurros. Le costó abrirse, pero una noche, en un susurro ahogado, mencionó su nombre. Él era su entrenador en el club de deportes. Era una figura confiable, alguien en quien todos depositaban su fe. Alguien que aprovechaba esa confianza para convertir a las niñas en sus presas.

Fui a la policía. No te sorprenderá saber que no pasó nada. “Sin pruebas, no podemos hacer nada”, dijeron. Pero yo tenía pruebas, aunque nadie las quería ver: los dibujos de mi sobrina, las pesadillas, las palabras entrecortadas. Nada fue suficiente.

Me tomó meses planearlo todo. Necesitaba hacerlo bien. No quería que quedara un cabo suelto. Seguí sus movimientos durante semanas, aprendí sus rutinas, los lugares que frecuentaba. Era predecible, como la mayoría de los cobardes. Iba al gimnasio los miércoles por la tarde, siempre se detenía en el mismo café después del trabajo. Siempre volvía a casa solo. Era perfecto.

La noche que lo hice, sentí algo que no puedo describir. No era miedo, ni adrenalina. Era... calma. Como si supiera que todo estaba a punto de alinearse. Lo esperé en un callejón cerca de su casa, un lugar lo suficientemente aislado para que nadie nos interrumpiera, pero no tan lejos como para que él sospechara. Cuando apareció, lo llamé por su nombre. Se giró, desconcertado. Debió reconocerme porque su rostro palideció al instante.

Lo golpeé en la cabeza con un tubo de metal, rápido y eficiente. No quería matarlo de inmediato. No aún. Lo arrastré hasta el interior de una vieja fábrica abandonada que había preparado para la ocasión. Allí, lo até a una silla, con cinta adhesiva que envolvía sus muñecas y tobillos. Cuando despertó, su mirada era una mezcla de terror y confusión. No dijo nada al principio, pero lo vi tratando de procesar quién era yo y qué estaba pasando.

Le hablé. No grité, no perdí la compostura. Le expliqué, con la misma calma con la que te hablo ahora, por qué estaba ahí. Le hablé de mi sobrina, de las otras niñas, de lo que sabía que había hecho. Negó todo, por supuesto. Lloró, suplicó. Decía que yo estaba equivocado, que era un malentendido. Pero sus palabras no significaban nada. No para mí.

No entraré en detalles explícitos, porque no hace falta. Solo diré que me aseguré de que sintiera cada segundo de lo que le hice. Que entendiera, aunque fuera por un instante, el dolor que había causado. Le di tiempo para reflexionar. Horas, de hecho. El lugar estaba insonorizado; nadie podría escuchar sus gritos.

Al final, cuando estuvo al borde de la muerte, lo dejé allí. No me llevé nada, no dejé rastros que pudieran conectarme con él. Lo encontraron días después, según leí en las noticias. Lo describieron como un crimen “atroz” y “sin sentido”. Lo llamaron víctima. Me reí cuando lo leí.

La policía nunca resolvió el caso. Fue un “crimen anónimo”, como tantos otros. Pero yo sé la verdad. No siento remordimientos. Cada vez que veo a mi sobrina sonreír de nuevo, cada vez que escucho su risa, sé que hice lo correcto.

A veces me pregunto si alguien más lo sabe, si sospechan de mí. Pero nunca nadie dice nada. Supongo que, en el fondo, todos estamos de acuerdo: algunas personas merecen lo que les pasa.


[Fin]

HISTORIA BASADA EN HECHOS REALES.. LOS NOMBRES Y MAS DATOS HAN SIDO OMITIDOS. *

Tal vez te interesen estas entradas

No hay comentarios